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DOMINGO 13 DE DICIEMBRE DE 2009 y Pistas de Navidad

DOMINGO 13 DE DICIEMBRE DE 2009
Tercer Domingo de Adviento

EVANGELIO

Santo Evangelio según Lucas (Lc 3, 10-18)
La gente le preguntaba: «Pues ¿qué debemos hacer?». Y él les respondía: «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer, que haga lo mismo».
Vinieron también publicanos a bautizarse, y le dijeron: «Maestro, ¿qué debemos hacer?». El les dijo: «No exijáis más de lo que os está fijado».
Preguntáronle también unos soldados: «Y nosotros ¿qué debemos hacer?». El les dijo: «No hagáis extorsión a nadie, no hagáis denuncias falsas, y contentaos con vuestra soldada».
Como el pueblo estaba a la espera, andaban todos pensando en sus corazones acerca de Juan, si no sería él, el Cristo; respondió Juan a todos, diciendo: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, y no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. El os bautizará en Espíritu Santo y fuego. En su mano tiene el bieldo para limpiar su era y recoger el trigo en su granero; pero la paja la quemará con fuego que no se apaga». Y, con otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Nueva.

________________________________________
LECTURAS

Sof 3, 14-18
Is 12, 2-6
Flp 4, 4-7
Lc 3, 10-18
________________________________________
HOMILÍA

Mensaje de la Iglesia Católica en el Tercer Domingo de Adviento
Alégrense siempre en el Señor
La primera lectura de este domingo, tomada del Libro de Sofonías, es como un salmo hecho de excelentes versos (Sof 3, 14-18).
En el primer versículo, cuatro verbos imperativos llaman al regocijo: “¡Griten de alegría! ¡Canten gozosos! ¡Alégrense y exulten con todo su corazón!”. Lejos de ser un ejemplo aislado de la literatura profética, esta invitación es característica de todas las evocaciones de la era mesiánica. La salvación y el gozo son sinónimos. El Señor trae la liberación de la servidumbre del pecado instalada en el corazón de Israel.
“No temas”, le dijo el ángel a María cuando vino a anunciarle que concebiría y daría a luz al Salvador (Lc 1, 30). “¡No tengan miedo!” les dijo Jesús resucitado a las mujeres que llegaron a la tumba la mañana de Pascua (Mt 28, 10). “No teman”, anuncia el profeta a Sión. Porque “el Señor, su Dios, está en medio de ustedes, un poderoso salvador”. Todos los acontecimientos de la fe son para dar alegría y fortalecer al creyente. La fe es para quitar el miedo y sólo a quienes Dios sana de sus miedos, pueden y saben ser felices.





Que nada nos separe del amor de Dios

En las relaciones humanas los mayores regocijos son siempre personales, por lo bueno que les sucede a las personas que queremos o por las alegrías que nos traen. También por compartir y sentir los sufrimientos de los demás; es la alegría de la solidaridad.
San Pablo agrega una condición fundamental de la alegría “en el Señor”. Podríamos decir que para Pablo la condición de la verdadera alegría requiere que sea “en el Señor”.
Pablo escribe: “Porque estoy cierto que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni el presente ni el futuro, ni los poderes, ni la altura ni la profundidad ni ninguna otra criatura, nos podrá separar del amor de Dios que nos viene en Cristo Jesús, nuestro Señor”. (Rom 8, 38-39)

“Dios ha estado grande con nosotros”

Este gozo no se demuestra en manifestaciones ruidosas e inoportunas, o en expresiones paradójicas de tristeza o profunda ansiedad, tampoco en alegrías paganas desbordantes. Este gozo y alegría está marcado por la “serenidad y la paz” como se puede ver, por ejemplo, en personas muy creyentes ante el duelo, numerosos discapacitados o los ancianos, o personas caracterizadas por una profunda fe en Jesús. “Devuélveme la alegría de la salvación”, decía el salmo atribuido a David, después de su pecado.
La alegría cristiana es honda porque Dios ha estado grande con nosotros y estamos alegres; es auténtica porque es el reconocimiento de los dones recibidos por parte de Dios, por medio de la Iglesia. La alegría cristiana es humilde porque es más lo que Dios ha hecho por nosotros que nosotros por Dios y los hermanos; es compasiva porque Dios ha puesto en nuestros corazones sentimientos de solidaridad con los hermanos. Incluso es sufrida porque nos compadecemos de los sufrimientos de los pobres y los consolamos, compartiendo sus sufrimientos, como Dios nos consuela a nosotros.
A ese gozo o bienaventuranza se refería Jesús en el Sermón de la llanura: “Bienaventurados, felices, los pobres porque el reinado de Dios les pertenece; dichosos los que ahora pasan hambre porque se saciarán; dichosos los que ahora lloran porque se reirán; dichosos cuantos los odien los hombres y los destierren y los insulten y denigren a causa de este Hombre. Salten entonces de alegría, que su premio en el cielo es abundante. Lo mismo trataron sus padres a los profetas”. (Mt6, 20-23)
El cristiano confía su cuidado a Dios con oraciones, súplicas y agradecimientos. Porque ¿cuánto puede una petición para hoy o mañana sin recordar lo que uno recibió ayer y anteayer? Los pobres son quienes más cercano sienten a Dios, por su fe.
Entre todos los dones del reino, la paz, “la paz de Dios”, es el don supremo: está “más allá de todo entendimiento”. La pedimos en la Comunión, el momento en que, con el Cuerpo y Sangre de Cristo, recibimos el compromiso de la vida eterna. Porque esta paz es equivalente a bendición. Nada la puede arruinar, ni los secuestros, ni la corrupción, las mentiras oficiales o las promesas banales.

¿Qué debemos hacer?

Lucas presenta el ministerio de Juan el Bautista de una manera igual a la del Cuarto Evangelio.
El evangelista primero fija la escena entre “las multitudes que llegaron a ser bautizadas por Juan”. A lo largo del Evangelio de Lucas, “las multitudes” rodearon a Jesús, dejándolo en medio, testimoniando con su buena voluntad, su ansiedad por escucharlo.
Le preguntaron a Juan: “¿Qué debemos hacer?”. Uno podría decir que, por instinto, “las multitudes” percibieron que no era suficiente escuchar una enseñanza: debía ser puesta en práctica. El Bautista predica conversión. Está bien, pero, ¿cómo la hacemos? La respuesta de Juan es simple. En sí, no requiere de nada extraordinario: “Que el hombre que tiene dos capas se las dé al que no tiene ninguna. Quien tiene alimento ¡debería hacer lo mismo!”. Esto es un ejemplo de la “simple” solidaridad en beneficio de quienes les faltan las necesidades básicas de vestido, alimento, educación, vivienda y salud. Jesús hará exigencias mayores: “Cuando alguien toma tu capa, dale también tu camisa... Cuando un hombre toma lo que es suyo, no le pidan devolverlo” (Lc 6, 29-30). La solidaridad, el compartir, es un signo seguro de conversión. “Si un hermano no tiene qué ponerse, ni comida para el día, y le dices, '¡adiós y buena suerte, cuídate!' -como dicen ahora-, pero no le llenas sus necesidades corporales, ¿qué tiene eso de bueno?” (Sant 2, 15-16).
Los recaudadores de impuestos son el segundo grupo en cuestionar a Juan el Bautista. Son ejemplos típicos, en Lucas, de aquellos a quienes fue enviado Jesús como un amigo y misericordioso Salvador. Ellos se dirigen al Bautista con el título respetuoso de “Maestro”. No les dice que abandonen su profesión: “No exactamente por encima del impuesto fijo”. Zaqueo fue más pobre ofreciendo la mitad de los bienes para los pobres y la restitución cuatro veces más a quien hubiese defraudado (Lc 19, 1-10).
El tercer grupo, extrañamente, está compuesto por soldados, indudablemente mercenarios de Herodes Antipas. Ellos dejan los rangos y desde la multitud hacen la pregunta: “¿Y de nosotros qué? La respuesta viene sin vacilación: “No intimiden a nadie. No denuncien a nadie falsamente. Estén contentos con su pago, dejen a la gente en paz; no abusen de su poder con soborno y corrupción”.
Lucas sugiere principios concretos de acción y conversión social en relación a la venida del Señor.
¿En cuál de las tres listas queremos apuntarnos para preparar la venida del Señor?
Podríamos incluso incluir otro grupo. En esta ciudad, o este barrio, lleno de violencia, desempleo, “combos”, problemas familiares, “paga diario”, desterrados, humillados y ofendidos ¿qué tenemos que hacer ante la Navidad, venida del Señor?
El sentido de lo concreto que tiene Lucas y la capacidad de adaptación del texto a lo que está ocurriendo, hacen de este evangelio un modelo de predicación y exhortación que ilumine las dificultades de la gente y no simplemente que de información sobre el texto. Dios no vino a informar ni a levantar sentimientos, sino a salvar. Se trata de preparar a la gente para el adviento, la venida del Señor, y esto lo hace a partir de lo que la gente está haciendo, de su trabajo o profesión; pero sobre todo, de lo que la gente está sufriendo.
emiliobetancur@gmail.com
Pbro. Emilio Betancur Múnera
Director Cáritas Arquidiocesana Medellín


Pistas de Navidad

- Cuando llegue el Mesías no te preguntará cuánto dinero has gastado, sino a cuanta gente le ayudaste en Navidad.
- No te preguntará por la amplitud de tu casa o de tu finca, sino por la gente que recibiste en ellas.
- Al Mesías no le interesa saber cuánta ropa compraste en Navidad, sino a cuántos vestiste.
- Al Mesías no le interesa saber cuánto dinero ganaste en el o los negocios, sino a cuántos niños(as) pobres les compartiste algo.
- Al Mesías no le interesa conocer qué hiciste en Navidad, sino la responsabilidad con los más pobres.
- El Mesías no te preguntará en qué finca, barrio, casa o discoteca pasaste la Navidad, le gustará saber si fue la mejor opción para una fiesta como la Navidad.
- Dios no te preguntará por qué te has demorado tanto en comprender el significado de la Navidad, sino que te recibirá con gusto para la próxima.


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#Posté le dimanche 13 décembre 2009 14:29

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